martes, 18 de junio de 2013

La reforma de las becas universitarias: consecuencias perversas para la igualdad de oportunidades

POR MANUEL ÁNGEL RÍO RUIZ
PUBLICADO EN ELDIARIO.ES EL 14/06/2013 - 20:08 CEST


Meritocracia clasista. Cambio continuo en las reglas de la competición a mitad de partido. Utilización ministerial de más adjetivos que datos a la hora de justificar las reformas. Estas tres expresiones condensan valoraciones que son recurrentes entre estudiantes andaluces de clases populares entrevistados sobre las consecuencias de los cambios del sistema de becas en sus posibilidades y condiciones de estudio.

La política de becas vigente desde 1983 presentaba déficits susceptibles de mejoras que ahora tampoco se emprenden. Entre ellos: la escasa tasa de cobertura de las ayudas, la insuficiencia de la mayoría de las becas a la hora de compensar los costes de oportunidad derivados de la dedicación plena al oficio de estudiante sobrecargado de responsabilidades tras nuestra particular adaptación al Plan Bolonia, así como los retrasos en la resolución y percepción de las ayudas.

Pese a estos déficits, nuestra política de becas había gozado de un importante consenso, considerándose un instrumento necesario y eficiente de lucha contra la desigualdad de oportunidades educativas que combinaba la necesaria solidaridad con la exigencia individual. Por un lado, su existencia contribuía a minorar las desigualdades entre los jóvenes a la hora de proyectarse en el porvenir escolar y de afrontar los costes derivados de las enseñanzas postobligatorias. Esta era la finalidad esencial del sistema, hoy gravemente cuestionada.

Por otro, una vez garantizado el acceso a las ayudas siempre que se objetivara administrativamente la necesidad social de los solicitantes, las becas promovían la rendición de cuentas. Actuaban como incentivo al rendimiento en el sistema educativo de los escolarmente heterogéneos individuos integrantes de los grupos socialmente desaventajados, y por ello favorecidos por las ayudas. En todas las ramas universitarias, incluso en las consideradas más difíciles, los becarios reúnen mayores porcentajes de créditos superados que sus compañeros. El ministro Wert habría faltado más de una vez a la verdad a la hora de justificar las reformas en las condiciones de preservación y acceso a la becas bajo pretextos como el de que para disfrutar de éstas no se exigían apenas esfuerzos, bastando con ser pobre.

Puede que en el Ministerio de Educación no se alberguen dudas sobre los efectos de las nuevas exigencias para acceder y conservar becas –endurecidas para el curso 2013/2014, cuando se nos comunica que también se reducirán sustancialmente las cuantías de las ayudas compensatorias y de movilidad– en la intensificación del esfuerzo estudiantil; en realidad sólo exigido a un tipo cada vez más discriminado de estudiantes que lleva meses planteándose, como nunca antes, qué clase de promoción de la excelencia es aquella que exige más para poder optar a becas a una hija de jornalero que a un hijo, en cambio, de una cirujana sí capacitada económicamente para afrontar los costes directos e indirectos derivados de los estudios filiales sin necesidad alguna de ayudas públicas.

La ciudadanía tampoco debiera albergar dudas de que estas reformas, ya reconocidas como un “cambio de modelo”, multiplicarán las condiciones para la desigualdad de oportunidades educativas. El clima de inseguridad generado por las reformas está promoviendo limitaciones de los proyectos y de las aspiraciones formativas por motivos económicos. A la hora de acceder, las limitaciones se manifiestan incluso en casos de estudiantes brillantes, un día decididos a emprender unas apuestas universitarias que hoy se complican y fragilizan ante las restricciones de las becas, el hundimiento de las rentas familiares, y el encarecimiento (en algunas comunidades muy importante) de las tasas.

Las inequidades introducidas por la reforman también afectan a quienes muchas veces se plantean abandonar, pero aún siguen compitiendo por mantenerse mediante becas cuyos nuevos requisitos, además, llevan varios años anunciándose cuando finalizan los cursos. Entre los que vieron la universidad asistimos, además de a limitaciones, a una precarización de sus condiciones de estudio. Ello se materializa, por ejemplo, en proyectos migratorios hacia títulos considerados más fáciles para mantenerse con becas, en la primacía de la cercanía sobre la movilidad ante las mayores inseguridades para preservarlas, en la puesta en marcha de estrategias de ahorro que perjudican el rendimiento estudiantil, como el abandono de las residencias en las ciudades universitarias a costa de penosos desplazamientos diarios desde los pueblos, o el regreso a viejas prácticas autodidactas de preparación de exámenes desde casa.

En suma, con cambios como los introducidos en el sistema de becas en un contexto de crisis y elevación de tasas universitarias, se está amenazando seriamente el cumplimiento de una de las principales funciones de la universidad pública: la selección neutral de los estudiantes más capacitados mediante la neutralización, a través de instrumentos como las becas, de las dinámicas de selección social y de desigualdad de oportunidades a la hora de acceder a los escalones superiores del sistema educativo.

Expulsados de la Universidad

POR CONCHA CABALLERO
PUBLICADO EN EL PAÍS EL 15 JUN 2013 - 20:18 CET


No hay cifras totales. Vamos conociendo cifras parciales: 6.000 en Madrid, 4.500 entre Sevilla y Málaga, una cifra similar en Barcelona… Es posible que entre 50.000 y 70.000 estudiantes hayan sido expulsados de la Universidad este año porque su matrícula ha sido anulada. Un tajo brutal, una sangría de talentos, un golpe sin rostro a la igualdad de oportunidades en toda la cara.

Los servicios administrativos hicieron su trabajo. Un buen día, un estudiante de Medicina, de Derecho o de cualquier otra especialidad intentó entrar con su clave en la web del centro y ya no respondía. Su facultad ya no les pertenece e inician un peregrinaje por los departamentos y la secretaría del centro. Algunos profesores prestan el dinero de la matrícula. Otros prometen guardar exámenes, buscar fórmulas para que sigan en las aulas. Alguno escribe un alegato en el que las palabras sucias tienen justificación plena: “Esto es una puta mierda”.

Las palabras “anulación de matrícula” tienen un nuevo contenido. Antes se debía a un cambio de planes del alumnado pero las nuevas anulaciones son solo cuestión de dinero, money, pasta o parné. La matrícula se anula porque se le ha denegado al estudiante la beca solicitada o porque fraccionó el pago y ahora no tiene efectivo para pagar el siguiente plazo. Hace unos meses una de mis alumnas brillantísimas, que cursaba con excelentes resultados su carrera, ha abandonado los estudios. Tenía una beca del Ministerio de Educación pero no le habían abonado ni un euro de la ayuda concedida y su familia no podía pagar el gasto de transporte, libros y material necesario. La hemos buscado sin éxito. El estigma económico es también muy difícil de llevar. Se sienten humillados y responsables.

Esto no es el efecto de la crisis. No. Ningún país en su sano juicio sube las tasas universitarias, reduce las becas y malpaga sus ayudas en el momento más difícil para la ciudadanía. Esto es un efecto buscado, un cambio en el modelo universitario, un desmontaje a conciencia de cualquier atisbo de igualdad social junto a una equinoccial locura de reducir el número de estudiantes universitarios.


El ministerio ha contestado con desprecio: “hay estudiantes que firman el examen en blanco y cobran la beca”. Una nueva y radical mentira de la factoría de ficción Wert, experta en desprestigiar lo público y justificar el clasismo más rotundo. Emplean la ironía para justificar la subida de notas necesaria para obtener ayudas: “Si sacaran matrículas de honor, no tendrían problemas para obtener becas”, argumentan desde un sentido común lleno de pasado, de involución y de sociedad añeja.

Y es que aquí está el verdadero quid de la cuestión. Desde que existe la Universidad y la escuela, existen las becas. Los grandes señores, desde tiempo inmemorial becaban a aquellos hijos de las clases populares que fueran excepcionalmente inteligentes a cambio de que sus resultados fueran excelentes, sin tropiezo alguno. La diferencia entre una sociedad estamental, clasista y autoritaria y una sociedad democrática es la igualdad de oportunidades. Se supone que una sociedad democrática facilita el acceso a los estudios superiores y la cultura a los que menos tienen, cumpliendo unos requisitos razonables, pero no excepcionales.

A Laura, una chica que está en tercero de grado, le han denegado la beca. Ha aprobado con buena nota 11 créditos de su curso, pero ha suspendido dos de ellos. Este simple tropiezo va a dar al traste con su vida. Por 1.000 euros se va a abrir un abismo entre ella y sus sueños.

Espero, y más que esperar exijo, que en Andalucía, donde se cuestiona esta política educativa, el Gobierno y los rectores universitarios acuerden urgentemente una solución y estos miles de estudiantes expulsados por motivos económicos puedan volver a sus aulas. Porque esto no es excelencia, ni calidad, ni cultura del esfuerzo. Es simplemente un clasismo redivivo, una limpieza elitista de las aulas, un cambio de modelo social insoportable. Una puta mierda, con perdón. O mejor dicho, sin perdón.

jueves, 13 de junio de 2013

¿La primavera más triste de las universidades andaluzas?


Esta primavera, de nuevo y sin solución de continuidad, la ciudadanía andaluza percibe los efectos del austericidio. En esta ocasión el principio de la igualdad de oportunidades en el acceso al sistema de educación superior  es la víctima.  Al triste  final de curso universitario pasado, cuando miles de docentes e investigadores universitarios fueron despedidos, se añade ahora la expulsión de  decenas de miles de  estudiantes que no  pueden hacer frente a los encarecidos  gastos de matriculación [1] . Otra vez, en un breve lapso de tiempo, el sistema universitario andaluz muestra síntomas de resquebrajamiento.

El endurecimiento en el acceso a las becas de estudio –en el curso académico 2012-13 han sido denegadas 44.072 becas en los campus universitarios de Andalucía- y la desinversión en la educación superior, instrumentos de la quirúrgica austericida del Gobierno del Reino de España, son los principales responsables de tal situación. De no mediar remedio  las familias más pobres  y golpeadas por la crisis quedarán excluidas de los campus universitarios.  Y un derecho estatutario más, el de la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación quedará arrumbado. Con ello el magullado y empobrecido cuerpo social andaluz sufrirá otro golpe.

La Asamblea de la Universidad de Jaén en defensa de una universidad pública, consciente y sensible ante  los dramáticos efectos sociales de  esta situación, requiere  una respuesta a los máximos responsables políticos del sistema universitario público andaluz. Por ende, demanda la inmediata  reacción de los Rectorados de las universidades públicas andaluzas. Y exige a  la Consejería de Economía que actué de inmediato para  garantizar que ninguna persona vea cercenado en el presente como en el futuro el derecho a una formación y a una trayectoria vital plena.

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[1] Así, la Universidad Pablo de Olavide, buque insigne de la calidad universitaria en la comunidad, ha expulsado 700 alumnos; en la Universidad de Sevilla 2.500 estudiantes en situación de impago corren serios riesgos; y la Universidad de Jaén ha anulado la matrícula a 394 estudiantes.

[2] El Estatuto de Autonomía para Andalucía en su título I [Derechos sociales, deberes y políticas públicas] reconoce en el Artículo 21 (Educación) el derecho de todos los andaluces “a acceder en condiciones de igualdad a los centros sostenidos con fondos públicos”; y prevé que “Las universidades públicas de Andalucía garantizarán, en los términos que establezca la ley, el acceso de todos a las mismas en condiciones de igualdad”.